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No renunciar antes de tiempo

Publicado: 2014-04-07

Fernanda llora. Grita, golpea el poste con fuerza, lo maldice y sigue llorando. Es otoño, aunque los pronósticos dicen que será un día soleado, está nublado, gris, triste como ella. Prende un cigarro mientras camina aturdida, rabiosa, impotente. Toma asiento en una de las bancas del malecón. Hoy ya lo sabe, fue engañada por su esposo durante los dos años de casados, que su tía es participe del engaño, vil acto que la señala como la amante.

Prende nuevamente el mismo cigarro, sus lágrimas lo habían apagado. Lleva casi una hora perdida en interrogantes, en recuerdos lindos y a su vez falsos, ha perdido la fe, el amor por el amor. Es joven, en una semana cumplirá 27 años y prematura ya juró renunciar al amor, al trabajo y en especial a su estilo de vida, que es muy posible que al único hombre a que se entregue sea Dios, ella ya lo pensó, quiere ser monja.

Sigue sin saber cómo vivir ahora, la noticia la está matando, el recuerdo la remata. Busca alguna señal como respuesta en el humo que exhala desde su boca. No la encuentra. Todo es inútil, es tarde, se siente a morir. Su alma grita, pide auxilio, nadie lo escucha, todo ha quedado en mute a su alrededor.

Prende otro cigarro. Se sigue atormentando. Llora con más fuerza al ver parejas caminar de la mano, mientras ellos apresuran el paso al verla. Se siente miserable, su corazón está en banca rota, lo ha perdido todo. Ya no se siente mujer, su esencia se ha acabado, ha perdido el libreto de la historia de amor. Aunque sigue siendo la protagonista, pasó a papel secundario.

Saca el último cigarro. Apenas puede ver, tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Se le acerca una vendedora ambulante - moviendo una cajita de chicles cómo quién avisa de su llegada - curiosa y solidaria Dolores pregunta por qué llora, Fernanda da dos piteadas a su cigarro y deja caer nuevamente sus lágrimas para inexplicablemente contarle lo ocurrido, sin importar quién era en ese momento la persona que estaba a su costado, necesitaba a alguien, algún respaldo.

Comienza a llover, era el escenario perfecto para una decepción de amor, todo conspiraba en contra de Fernanda. Dolores siente que debe cumplir el rol de madre sustituta, detiene por uno momentos su labor de vendedora ambulante, dejar de vender para regalar consejos. Se sienta a su lado, abre una envoltura de galletas y le invita, mientras se calma, mientras escucha.

Fernanda ya no llora, se rehabilita, toma fuerza, ya no siente haber caído en aquel hoyo sola, al menos ahora en compañía de Dolores ahora que sabe que es madre y padre para sus cinco pequeños hijos, la mujer que dejó todo de lado por sus hijos para convertirse en vendedora de chicles, galletas y cigarrillos. Un abrazo largo es lo que acabo con esa conversación, con esa lección de vida. Siente estar en buenas manos, ha limpiado su alma. Fernanda mostró señal de vida al sonreír, le desea buen día y le agradece, en respuesta recibe lo mismo, ella aun duda mucho que sea hoy, es un día de intensa lluvia. Dolores voltea, sonríe y responde: Al final de la tormenta siempre sale el sol.


Escrito por

Jean K

Estudiante de Ciencias de la comunicación. Me veo más allá por que donde estoy, todo es una mierda. Twitter: @JeanKalin


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